El acero es uno de los materiales más extendidos hoy día. Este elemento está presente en grandes infraestructuras, edificios, vehículos y toda una serie de utensilios y aparatos que utilizamos en nuestro día a día. Esto se debe a su versatilidad y a la gran cantidad de propiedades físicas que posee.
Para llegar a desarrollar este producto con todas las capacidades que hoy día conocemos han tenido que pasar más de 4.000 años. Resulta imposible determinar con exactitud cuándo comienza la historia del acero. Entre otras razones, porque su descubrimiento se produce por casualidad. Como vamos a descubrir a continuación, las primeras civilizaciones crearon acero sin querer. Realizaban otra serie de operaciones al fundir y endurecer hierro. Pero, en este proceso, y sin que lo supieran, introducían también ciertas cantidades de carbono, dando lugar a lo que hoy día conocemos como acero.
Primeros signos y trabajos
Vamos a situarnos en la Egipto y Mesopotamia de hace 4.000 años. Algunos estudios señalan que ya en esta época hay signos de uso de hierro meteórico como regalo para los dioses y como elemento decorativo. Todavía no se puede hablar de acero como tal. Sin embargo, son los primeros trabajos con hierro. Prácticas que sí podrían suponer el origen o paso previo para los posteriores hallazgos históricos que sí determinan un proceso de fundición y posterior endurecimiento.
En la India de los años 1.800 antes de Cristo, sí se encuentran trabajos de fundición sobre Hierro. Según el Libro Blanco del Acero, que ha sido editado por la Asociación Mundial del Acero, existen en esa época más trabajos similares y casi en paralelo en otras partes de la civilización de la época. En yacimientos hititas de Anatolia también se han encontrado restos de materiales que fueron sometidos a fundición, en torno al 1.500 antes de Cristo. Estos descubrimientos son importantes porque se considera que estas técnicas y conocimientos adquiridos fueron el germen para extender por Europa la técnica de fundición sobre Hierro. Pero, debemos insistir en que todas estas tribus y civilizaciones, si produjeron acero, lo hicieron sin saberlo.
En realidad, todos estos datos históricos nos hablan del nacimiento y desarrollo de la Edad de Hierro, que supuso uno de los principales impulsos históricos de la civilización humana. Son las bases ancestrales de lo que hoy día conocemos como acero. Pero no era acero en sí mismo.
Para llegar hasta lo que hoy día conocemos, todavía debemos repasar algunas fases más, como por ejemplo los trabajos más profesionales que sí se realizaron durante la mencionada Edad de Hierro. Unos trabajos en donde nacen los primeros herreros.
El acero: un descubrimiento, por casualidad
Los herreros que mencionábamos realizaban trabajos para ablandar el hierro. Concretamente, lo que hacían era calentar a altas temperaturas este elemento, consiguiendo una materia prima más esponjosa y deformable. Posteriormente, era martilleada para darle la forma deseada. Es lo que se conoce como trabajos de hierro en forjados. Durante estas operaciones, se percataron de que al utilizar semi-hornos con carbón vegetal, durante más tiempo, se conseguía un elemento final más fuerte. Y, en consecuencia, más valioso.
Bien es cierto que resulta difícil establecer qué porcentaje exacto de carbono se introducía en el hierro con esta técnica. Sin embargo, aquí sí se puede hablar de aleaciones de acero. Esta aleación no era intencionada. Pero el carbono entraba en contacto con el Hierro y se formaba un nuevo material. El germen del acero, que ya era muy valorado en la época.
Aunque no sabían que estaban creando un nuevo material, sí que se percataron de que el nuevo componente en base a hierro que conseguían era más duro y resistente. Y su proceso de formación le permitía dotarlo de diferentes formas. Con ello, conseguían elementos con un aspecto exterior muy diferente, pero con una durabilidad asombrosa para la época.
Incluso, podemos decir que se tuvo acceso a los primeros trabajos de investigación y desarrollo del acero. Lógicamente, alejados de los que hoy día conocemos. Sin embargo, sí se han encontrado datos que certifican que se llevaron a cabo técnicas de enfriamiento rápido. Incluso trabajos que incluían en el proceso enfriamientos con agua y aceite, para ampliar algunas de sus características y formas sólidas.
Primeras referencias escritas a la acería
Las técnicas de producción de acero se fueron refinando en diversas partes del planeta. Todas las civilizaciones fueron conscientes de las enormes posibilidades de este material. Principalmente por su facilidad para la forja, su maleabilidad y su gran durabilidad posterior. Esto provocó que, de forma simultánea encontremos aspectos importantes en la historia del acero y en sus técnicas de desarrollo.
Por ejemplo, la civilización griega, al ser una de las más avanzadas de la época, desarrolló un germen de industria acerera de cierta relevancia. Contaba con sus propios trabajadores del metal. Gracias a ello, encontramos las primeras referencias escritas que hablan explícitamente del “acero”. Como un término de entidad y relevancia propia, y diferenciado de otros componentes dentro de un mismo utensilio. En concreto, dicha referencia la tenemos en torno al siglo VII antes de Cristo. Fue el historiador Heródoto, quien se refiere a Glaucus de Chios como el primer hombre que inventó el arte de incrustar acero. En concreto, se habla de una bandeja de acero incrustada en un gran tazón de plata.
Pero, como decimos, esto es sólo un ejemplo. En realidad, son multitud las poblaciones que ven en el acero un material con unas características y potencialidades infinitas. Tanto es así, que dedican importantes esfuerzos a su desarrollo, convirtiendo al acero en un elemento capital dentro de sus civilizaciones.
En esta etapa de la historia del acero, resulta fundamental la figura del herrero. Se les denomina como artesanos, y las civilizaciones que contaban con más mano de obra cualificada para estos trabajos, fueron las que más avanzaron. Por ejemplo, en la India, en el siglo III antes de Cristo, se encuentran crisoles para fundir hierro forjado con carbón, y crear un acero que 2.300 años después es todavía valorado. Especialmente, si tenemos en cuenta las técnicas rudimentarias, alejadas de los hornos eléctricos que tenemos hoy día en nuestro mundo desarrollado.
En China también destacan aceros de una excelente calidad. Aunque más tarde (siglo II antes de Cristo), Europa también demuestra su poderío con trabajos de gran nivel basados en acero.
El ser humano había creado un elemento valioso y preciado. Con grandes potencialidades y con acabados cada vez más profesionales. Esto dio lugar al nacimiento de un mercado del acero, que hoy fabrica 1.628,6 millones de toneladas en todo el planeta.
China es hoy el mayor productor mundial. La mitad del acero nace de sus instalaciones. Una posición cuyas bases se sientan cientos de años antes. Algunos historiadores de la época, como el romano Plinio, ya hablan de China como el lugar del que llegan los mejores aceros del mundo. Legendarias son también las espadas de Damasco, que son los primeros elementos del mercado armamentístico. Las armas y armaduras basadas en acero eran realmente valoradas y apreciadas.
El acero alcanza una posición dominante como elemento base con el que se fabrican utensilios de guerra. Destacan especialmente las espadas de la mencionada Damasco, pero también los elementos que se fabricaban en Toledo, en España. Paralelamente, Japón se posiciona con fuerza con la fabricación de las famosas espadas de los samuráis de la época.
Sin embargo, había un problema para la industria. Todos estos procesos de fabricación eran largos y costosos. Lo cual limitaba el avance de la producción y desarrollo de nuevos formatos o variedades basadas en acero.
En este escenario, nacen los altos hornos. Grandes instalaciones que buscaban la producción a gran escala de aceros bases. Es lo más parecido a los altos hornos que hoy día conocemos. En este caso, Europa toma la manija quedando todavía evidencias de las grandes instalaciones que se utilizaron en Suecia, y que todavía hoy pueden ser visitadas. Este es el foco del inicio de lo que se puede llamar industria siderúrgica.